El retorno de la opresión en Afganistán
Actualizado: 28 sept 2021
Gabriela de Oliveira
La opresión máxima, la impotencia, la degradación del ser humano. Estas son las palabras que invaden mis pensamientos y aprietan mi corazón cuando pienso en lo que están viviendo las mujeres en Afganistán tras la toma de los talibanes el pasado 15 agosto de 2021.
El movimiento Talibán es una organización islamista sunita que opera principalmente en Afganistán y Pakistán. Históricamente ha realizado actos terroristas bajo orientación religiosa radical. Los talibanes buscan imponer un régimen Islamico estricto y autoritario en Afganistán.
Estados Unidos, después de 20 años de enfrentamiento con esta organización, decidió retirarse de Afganistán y los talibanes tomaron el control. La poquita libertad que alcanzaron a saborear los afganos fue arrebatada un día como si las últimas dos décadas no hubieran existido. El retiro de los norteamericanos se entiende dado que el acompañamiento no puede ser eterno, mientras que los gastos económicos se pueden calcular en dos billones de dólares, las muertes provocadas en este proceso son tantas que el número exacto no se puede estimar.
¿Qué significa para los afganos la partida de los estadounidenses, especialmente para las mujeres?
Significa el retorno de la opresión y la anulación de los derechos humanos como la libertad de religión y la posibilidad de recibir educación, entre otros. Fue impactante ver cómo el intento de escapar del régimen Talibán llevó a algunos afganos a colgarse de un avión militar estadounidense mientras despegaba. Esto refleja su desesperación, temor, y frustración. Es increíble pensar que algunos afganos prefieren colgarse de un avión, lanzándose a una muerte segura, que seguir viviendo en un país regido por los talibanes.
¿Quién protegerá al pueblo de la opresión, cómo será posible que las mujeres sean libres?
Es claro que no es la responsabilidad de Estados Unidos o de ninguna otra nación, pero el mundo no puede permitir que la violación de los derechos humanos se convierta en la cotidianidad. Para que se hagan una idea de la dimensión de este problema, sepan que a las mujeres se les prohíbe: acceder a cualquier tipo de educación, ser tratadas por un médico hombre, salir sin acompañante, mostrar su rostro, hablar con personas que no sean sus familiares, trabajar fuera de su hogar, reír en público, usar ropa de colores, a reunirse en ocaciones festivas, montar en bicicleta y viajar en los mismos autobuses que los hombres, entre muchas otras acciones cotidianas para el mundo occidental. Sin embargo, esto no es lo peor, la lista de castigos para la mujer bajo este régimen incluye latigazos, amputaciones, lapidaciones y azotes, entre otros.
Hay quienes argumentan que este tratamiento se justifica, pues tiene un fondo cultural y religioso que debemos respetar. Pero me pregunto si este supuesto respeto que debemos tener es incondicional y si es correcto ser indiferentes ante las violaciones de derechos humanos que se han convertido en la cotidianidad de los afganos.
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